¿Alguna vez te has preguntado si el agua de una fuente cercana es realmente potable? ¿O qué procesos químicos hacen posible que el agua que llega a nuestras casas sea segura para el consumo? En nuestro centro educativo, el alumnado de 1º de Bachillerato se ha enfrentado a estas preguntas con una propuesta que va más allá del libro de texto: una actividad de investigación en la que han combinado la química con la vida cotidiana. Dedicamos un periodo de tiempo entre febrero y abril para esta investigación.
La actividad forma parte de una situación de aprendizaje en la que los estudiantes han trabajado de forma cooperativa para analizar la calidad del agua de una fuente cercana. A través de este proyecto, no solo han puesto a prueba sus conocimientos sobre cinética y equilibrio químico, sino que también han tomado conciencia de la importancia de la química en la salud pública y el medioambiente.
A continuación se muestra el informe completo de la actividad en el que se describe con todo detalle la misma (para verlo, haga clic en la imagen):
¿Por dónde empezamos?
La primera sesión arrancó con una pregunta provocadora: "¿Beberías agua directamente de esta fuente?". A partir de ahí, los grupos eligieron un punto de muestreo (una fuente del parque, un pozo del entorno rural, etc.) y planificaron la recogida de una muestra siguiendo unas pautas básicas de seguridad e higiene.
Después vino la parte más científica: investigar qué compuestos químicos afectan la potabilidad del agua. Los estudiantes buscaron información sobre parámetros como el pH, la presencia de nitratos o cloruros, la dureza del agua y posibles contaminantes. También analizaron qué reacciones químicas se utilizan en las estaciones de tratamiento para hacer que el agua sea segura.
La química en acción: cinética y equilibrio
Una de las claves del proyecto ha sido aplicar los contenidos del bloque de cinética y equilibrio químico. Por ejemplo, al estudiar la cloración del agua, el alumnado ha entendido cómo la temperatura y la concentración de reactivos afectan la velocidad de reacción. También han aprendido que muchas de las reacciones que purifican el agua son equilibrios químicos, y que es necesario modificar las condiciones (como el pH o la presión) para favorecer la formación de productos deseados, como el precipitado de impurezas.
Un ejemplo interesante fue el análisis del pH en las muestras. Si era inferior a 6, los estudiantes debían proponer una reacción de neutralización para ajustarlo a un valor seguro, relacionando este proceso con el equilibrio ácido-base. Otro grupo investigó cómo reducir la concentración de nitratos mediante reacciones de reducción y cómo estas dependen de la velocidad de reacción.
Del laboratorio al aula: comunicar la ciencia
El proyecto culminó con la elaboración de un pequeño informe y una exposición oral en clase. Cada grupo explicó sus resultados, las dificultades encontradas y cómo aplicaron los conocimientos químicos a un problema real. Este momento fue especialmente enriquecedor, ya que permitió ver la diversidad de enfoques y soluciones, y fomentó el pensamiento crítico y la comunicación científica.
Una experiencia con impacto
Más allá del aprendizaje de contenidos, esta actividad ha servido para que el alumnado comprenda que la química no es solo una asignatura, sino una herramienta para interpretar y transformar el mundo. Han conectado lo aprendido en clase con un problema real de su entorno y han desarrollado competencias como el trabajo en equipo, la búsqueda y análisis de información, y la toma de decisiones basada en datos.
Y tú, ¿sabrías explicar cómo se purifica el agua que consumes a diario?