Durante los meses de abril y mayo de 2025, el aula de Física y Química de 3º de ESO se convirtió en un auténtico laboratorio de innovación sostenible. Bajo la guía del profesor Antonio José Acero Carretero, cinco estudiantes se embarcaron en un proyecto apasionante: construir una pila eléctrica utilizando materiales reciclados y comprobar su capacidad para encender un circuito con LEDs. Pero no se quedaron ahí: también exploraron el fenómeno contrario, la electrólisis, es decir, cómo la electricidad puede provocar una reacción química.
A continuación se muestra el informe completo de la actividad en el que se describe con todo detalle la misma (para verlo, haga clic en la imagen):
¿Qué nos proponíamos?
El reto era doble: por un lado, comprender cómo se transforma la energía química en eléctrica a través de una pila; por otro, observar cómo la energía eléctrica puede provocar reacciones químicas en una celda electrolítica. Todo esto, usando materiales reciclados y recursos accesibles, con un enfoque práctico y experimental. Además, se buscó relacionar el proyecto con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como el uso responsable de los recursos y el acceso a energía asequible y limpia.
Primera parada: simulación y planificación
Antes de mancharse las manos, el grupo trabajó con una WebQuest diseñada por el profesor usando Genially, que guiaba paso a paso el aprendizaje sobre circuitos eléctricos. Con el simulador PhET de la Universidad de Colorado, comprobaron cómo variaba la intensidad y el voltaje en circuitos con resistencias en serie y paralelo. También exploraron qué pasaba al conectar varias pilas en serie y aplicaron la Ley de Ohm (V = I·R) para prever el comportamiento de los LEDs.
Manos a la obra: construir una pila con materiales reciclados
Con el conocimiento adquirido, los estudiantes comenzaron a fabricar sus propias pilas. Los materiales eran sencillos y reciclados:
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Ánodo: aluminio de latas de refresco.
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Cátodo: cobre de cables eléctricos desechados.
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Electrolito: disolución saturada de sal común con unas gotas de agua oxigenada.
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Separador: lana de poliéster de un viejo abrigo.
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Recipiente: vasos de yogur.
La primera prueba arrojó 0,61 V, insuficiente para encender un LED. Pero no se rindieron. Construyeron ocho pilas y las conectaron en serie, logrando un voltaje similar al de una pila de petaca. ¡Y entonces ocurrió la magia! Al conectar los LEDs, observaron cómo se encendían con mayor eficacia cuando estaban en paralelo, tal como lo habían comprobado en el simulador.
Y ahora, a la inversa: ¿puede la electricidad provocar una reacción química?
Para cerrar el proyecto, construyeron una celda electrolítica. Con electrodos de grafito extraídos de pilas salinas (una tarea que realizó el profesor por su dificultad), una disolución de sal común y una fuente de alimentación, los alumnos observaron cómo una bombilla se encendía al pasar corriente por la disolución. Más sorprendente aún fue ver cómo se formaban burbujas de gas hidrógeno y cloro en los electrodos, acompañadas del característico olor a piscina. Habían conseguido provocar una reacción redox: el cloro se oxidaba y el hidrógeno se reducía.
Un aprendizaje para recordar
Este proyecto no solo les permitió a los estudiantes aprender de forma activa los fundamentos de la electroquímica. También les animó a trabajar en equipo, ser creativos y reflexionar sobre la importancia del reciclaje y la sostenibilidad. Comprobaron con sus propios ojos y manos cómo la ciencia puede explicarse desde la experiencia, y cómo una simple pila casera puede encender mucho más que un LED: puede encender la curiosidad científica.
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